What do you think?
Rate this book
371 pages, Hardcover
First published January 1, 1967
“… mi infancia… la biblioteca del alma de la que extraeré saber y experiencia por el resto de mis días.”En efecto, Ditlevsen es un ejemplo magnífico de aquello que tan acertadamente decía Rilke: «La verdadera patria del hombre es la infancia». Una patria que desgraciadamente Tove habitaba como un bicho raro, y por lo que era motivo de burla entre sus compañeros de colegio y sermoneada frecuentemente por sus padres, en la que vivía sabiendo que por ser niña nunca podría ser poeta, su gran sueño, en la que recibía palizas continuas de su madre. Sus únicos consuelos eran la lectura, la poesía y Dios, y pensaba en la muerte como un ángel complaciente vestido de blanco.
“La infancia es larga y estrecha como un ataúd, y no se puede escapar de ella sin ayuda… nadie escapa de la infancia que se te adhiere como un olor.”En esta parte inicial, Ditlevsen cuenta con una sincera naturalidad y hasta con ironía y humor como tuvo que parapetarse tras una máscara de estupidez fuera de casa y tras una coraza impenetrable dentro de ella y así poder sobrellevar una relación “estrecha, dolorosa y trémula” con su madre a la que no lograba complacer jamás.
“Yo creo que solo quiero a la gente si se interesa por mí.”Tal fue la experiencia de su niñez que el resto de su vida no fue sino una continua huida de la realidad, primero a través de la escritura (“lo único para lo que sirvo, lo único que me absorbe y me apasiona, es construir frases, formar grupos de palabras”), más tarde gracias a los fármacos y, tanto en un caso como en otro, utilizando a los hombres que le facilitaban esas vías de escape y a los que parecía querer únicamente por ello.
“Me fijo en los perros, en los perros y en sus amos… llevan una correa larga y sus amos aguardan pacientemente cuando un olor interesante entretiene al perro. Ese es el amo que yo deseo. Esa es la vida que me iría a mí… Yo me parezco a esos perros [sin dueño], desgreñada, confusa y sola.”Tras este magnífico inicio, toda la parte central —el final de Infancia, la mayor parte de Juventud y la primera mitad de Dependencia— es bastante más plana, un poco como ella describía su vida, “como un redoble antes de un solo”, después descubriremos lo brillante que es el solo.
“De pronto es un hecho, Inglaterra le declara la guerra a Alemania… ¿Publicarán ahora mi poemario?... me siento incapaz de odiar a los soldados alemanes que taconean por las calles. Bastante atareada estoy con mi propia vida y con mi futuro incierto como para pensar también a nivel nacional… para mí son buenos tiempos. Voy a casarme, tengo un hijo, tengo un marido joven al que amo…”Por el contrario, la segunda parte de Dependencia es, perdónenme el cliché, una bajada a los infiernos de la drogadicción justamente más impactante cuanto mayor es esa frialdad, naturalidad y sinceridad que antes solo consiguió distanciarme. Un relato estremecedor de lo que significa perder completamente el control de su vida.
“¿Y si le dijera la verdad? ¿Y si le contara que me he enamorado del líquido claro del interior de una jeringuilla y no del hombre que era su propietario?”
I was rescued from my years of addiction, but ever since, the shadow of the old longing still returns faintly if I have to have a blood test, or if I pass a pharmacy window. It will never disappear completely for as long as I live. (p. 370)
Childhood is long and narrow like a coffin, and you can't get out of it on your own. It's there all the time and everyone can see it just as clearly as you can see Pretty Ludvig's harelip. [...] Everything that is ugly of unfortunate is called beautiful, and no one knows why. You can't get out of childhood, and it clings to you like a bad smell. You don't recognize your own and sometimes you're afraid that it's worse than others'. You're standing talking to another girl whose childhood smells of coal and ashes, and suddenly she takes a step back because she has noticed the terrible stink of your childhood. On the sly, you observe the adults whose childhood lies inside them, torn and full of holes like a used and moth-eaten rug no one thinks about anymore or has any use for. You can't tell by looking at them that they've had a childhood, and you don't dare ask how they managed to make it through without their faces getting deeply scarred and marked by it. You suspect that they've used some secret shortcut and donned their adult form many years ahead of time. They did it one day when they were home alone and their childhood lay like three bands of iron around their heart, like Iron Hans in Grimms' fairy tale, whose bands broke only when his master was freed. But if you don't know such a shortcut, childhood must be endured and trudged through hour by hour, through an absolutely interminable number of years. (p. 27-28)