“El hombre, la economía y el Estado” de Murray Rothbard es uno de los textos de teoría económica más relevantes que hayan sido escritos.
Por su profundidad y extensión, no es un libro fácil (sobre todo en sus primeros capítulos, que podrían ser considerados un poco abstractos por algunos pero que son fundamentales para analizar los fenómenos económicos más complejos que se abordan en capítulos posteriores). Sin embargo, es un libro accesible por la claridad de su exposición y la coherencia de su argumentación.
Este extraordinario texto, uno de los principales de la escuela austriaca de Economía, es clave para repensar la ciencia económica, no como un conjunto de agregados estadísticos sino como el estudio de la actuación humana. En un momento como el actual, en que la ciencia económica parece consistir en una serie de análisis matemáticos cada vez más sofisticados, difíciles de entender para un público no especializado, Rothbard nos ayuda a regresar al origen de la Economía como una ciencia fundamentalmente humana.
La herramienta utilizada por Rothbard para su análisis es la lógica, partiendo de axiomas evidentes. Algunos de estos axiomas son: las personas actuamos, lo hacemos buscando algún objetivo, para lograrlo contamos con ciertos medios, que son escasos, y colaboramos con otras personas, que a su vez buscan sus propios objetivos. Cabe resaltar que, para este análisis, Rothbard no parte de supuestos poco realistas (como comúnmente se acusa, con razón, a los economistas) como el asumir que los seres humanos tomamos decisiones con información completa o con una racionalidad perfecta, sin sesgos ni emociones, sino que parte de realidades evidentes, incontrovertibles, del actuar humano. A partir de estos axiomas, Rothbard elabora un impresionante edificio teórico para entender los fenómenos sociales que se desprenden de dicha actuación, como son el funcionamiento de los mercados, la formación de los precios, la organización de la producción, el uso del dinero y el rol del emprendimiento.
Aunque normalmente se asocia a Rothbard con una defensa acérrima de la libertad y el capitalismo, como teórico de la Economía no es este su objetivo, sino el entender los fenómenos económicos en un contexto en el que las personas actúan libremente para lograr sus objetivos, para lo cual se asocian de manera voluntaria con otras personas. Una vez que hemos comprendido los alcances de este modo de actuar, podemos incorporar el estudio de los efectos de la acción no-voluntaria, es decir, de la coerción y la violencia, que pueden tomar la forma de una persona en lo individual obligando a otra a hacer algo o, de un grupo de personas organizadas para usar la fuerza de manera institucionalizada, es decir, el Estado. De este modo, más allá de la retórica y las buenas intenciones que tienden a presentar una visión romántica e idealizada del Estado para justificar su existencia y sus métodos, podemos entender por qué su actuación es siempre sub-optima: obliga a las personas a tomar decisiones distintas a las que hubieran tomado de otro modo, en ausencia de violencia (o la amenaza de violencia) como, por ejemplo, en el cobro de impuestos.
Este libro clásico debería ser lectura obligada en la formación de todo economista, así como de cualquier otra persona interesada en una comprensión bien fundamentada de los fenómenos económicos.